PREHISTORIA DEL AUDIOVISUAL DOMÉSTICO (II PARTE)

Pongamos que estamos en el año 2000. Las cosas han cambiado. El VHS da sus últimos cabezazos, y la mayoría de los españoles de mediana edad han introducido en sus casas el DVD, los ordenadores y  comienzan a descargar películas y música. Pero vayamos por partes.

La Culpa no fue de la Chacha, sino de….¡La Informática!

La informática comenzó a capitanear lo que podría llamare Revolución Digital. Pero también esa parte tuvo su prehistoria. Los ordenadores del año 2000 no tenían discos duros de tanta capacidad como los de ahora, ni muchísimo menos. En 1998 los ordenadores se servían con 8 gb de disco duro, y para comienzos del siglo XXI con 25 o 30 (en el mejor de los casos). Esto, y la llegada del obsoleto dvd propiciaron que las personas empezasen a tomarse en serio eso que ahora se hace de ver lo que uno quiere cuando uno quiere.

Sin embargo, no eran los tiempos de la fibra, ni mucho menos. Las primeras conexiones de Internet en generalizarse en nuestro país eran las líneas RDSI. Se trataba de unas líneas cuyo cable (¡EL DE TELÉFONO!) iba conectado a un aparato llamado módem, que iba conectado al ordenador por el tipo de cable antes mencionado. ¿Desventajas? las siguientes:

1-Que cuando navegabas por Internet no se podía usar el fijo en tu casa

2-Que eran más lentas que el caballo del malo

3-Que no permitían conexión wifi (no se había inventado)

4-Que eran líneas con la tarifa plana reducida: si navegabas en un día de diario entre las 8.00 y las 18.00 la factura echaba humo, ya que esas tarifas solo se aplicaban durante todo el fin de semana o, en el caso de días de diario, entre las 18.00 del mismo día y las 8.00 del día posterior.

Eran tiempos de risa. Los mp3’s casi no existían como reproductores, en su lugar usábamos unos aparatos llamados Discman, que no eran otra cosa que lectores portátiles de cd’s. Los más afortunados hemos llegado a comprar discmans que leían archivos mp3, para lo que tenías que meterles cd’s grabables con archivos de ese tipo (en los cuáles no cabían más de 700 megas por cierto). Era común ver a todos los mortales con bandoleras fabricadas ex profeso, en las que por una parte metías el discman y, por la otra, los cd’s o cd-r con la música que PUDIERAS. Y es que muy pocos tenían los antaño famosos Ipod, reproductores mp3 con discos duros de más de 20 gb que costaban casi 300 euros.

bandolera discman
Bandolera de un discman

Lo mismo pasaba con los dvd’s. Hoy en día puedes ver cualquier película en un smartphone con calidad hd, fullhd e incluso 4k. Pero en aquél entonces, el que quería cine «andante», se tenía que comprar un dvd portátil. Eran lectores de dvd provistos de una pantalla (¡SD!) de, como mucho, 7 pulgadas.Eso, por no hablar de la batería, que NUNCA DURABA MÁS DE TRES HORAS. Ya os podéis imaginar cómo llevábamos las películas.

dvd potátil
DVD Portátil.

Estas limitaciones también se aplicaban a las descargas de películas y música. Es desternillante mencionar que, en aquellos tiempos, películas que no ocupaban ni 1 gb tardaban DÍAS ENTEROS en descargarse, y que descargar cuatro canciones en una sola noche (con el WinMX, nada de Emule, ni Ares ni Bittorrent..) ¡era toda una hazaña!

Eran los tiempos de los archivos avi. Si pretendías descargarte un archivo avi (o divx) te tirabas, en el mejor de los casos, un día entero. Las líneas adsl eran de, como mucho, 5 megas.

Dvd de mis Amores

Ahora estamos acostumbrados a ver películas sin cortes en fullhd o 4k, como ya he dicho. Pero el dvd tuvo sus comienzos, y no fueron fáciles para el aficionado. Los primeros ordenadores que llevaban lector de dvd no traían grabadora de ningún tipo, y las grabadoras de dvd (¡que San Netflix me perdone!) costaban unos 900 euros más o menos. Por todo ello, la gente copiaba sus dvd’s…¡en cd’s!. ¿Cómo lo hacían? Sacrificaban el dolby digital 5.1 y el DTS, comprimían la película un montonazo y se cargaban también los extras, menús, subtítulos y todo lo habido y por haber. Pero, con todo y con eso, los archivos resultantes pesaban, casi siempre, más de un giga. ¿Solución? Dividir el archivo en dos partes y grabar cada una en un cd distinto, con la consecuencia de que, para ver una película completa, tenías que cambiar de disco a mitad del metraje (y luego alguno dice que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor…¡tócate las narices!).

Hoy en día basta con tener programas como el VLC Player con el fin de poder disfrutar de bandas DTS en los ordenadores, y, a día de hoy, prácticamente todos los televisores descodifican estas bandas, pero…¿qué pasaba antes?

Si querías DTS tenías que tener un home cinema obligatoriamente. ¿Porqué? porque muchas veces, los lectores de dvd incorporaban lector de bandas dts, PERO NO DESCODIFICADOR DE ESTAS BANDAS, con lo que lo tenías que conectar vía spdif a un receptor que hiciera la labor. Otra opción era la de comprar un dvd con descodificador de Dolby Digital y DTS y seis salidas rca que iban conectadas a un AMPLIFICADOR Dolby Digital Ready, que solamente se encargaba de amplificar la señal. Y tampoco había alta definición en el sonido…era definición estándar.

Modas, Modas, Modas

   En los albores del vídeo doméstico, las películas se veían en unas condiciones malísimas impuestas por las distribuidoras. Me explico. En 1987, muchos cineastas firmaron el llamado Manifiesto de Barcelona, con el cual pretendían que las distribuidoras hicieran que las películas llegasen al público como fueron concebidas, es decir, entre otras muchas cosas, con la relación de aspecto y la duración con que fueron estrenadas en salas. Pero muchas distribuidoras seguían sin cumplir esas dos condiciones tras haberse firmado el manifiesto, el cuál, en España, se tradujo en una ley que, sin embargo, se incumplía sistemáticamente. 

Por aquella época, todas las distribuidoras y canales de televisión aplicaban a la inmensa mayoría un invento que ellos usaron para fines cuestionables: el Pan and Scan. ¿En qué consiste? Vamos a remontarnos al nacimiento del Cinemascope para explicarlo.

En los años cincuenta, la televisión amenazaba con dar al traste con los millones que los estudios de Hollywood estaban consiguiendo, y se pusieron manos a la obra para crear sistemas con los que atraer al público a las salas. Uno de estos se basa en una lente llamada Hipergonar, creada por el científico francés Henry Chrétien, y cuya patente él vendió a la Fox, quien bautizó al nuevo invento con el nombre de Cinemascope. Durante su lanzamiento fue considerado uno de los mejores sistemas de imagen y sonido que se habían inventado, pero tenía un talón de aquiles: sus dimensiones no se correspondían con las de las televisiones.

De este modo nació el Pan and Scan, un procedimiento con el que se cortaba la imagen de cualquier película hasta hacer que se corresponda con la de las televisiones. Esto supone una gravísima alteración de cualquier película, porque con el Pan and Sacan se pierde (en el mejor de los casos) un 15 por ciento de la imagen original, pudiendo llegar en algunos casos al 50 por ciento. Tuvo que llegar el dvd para que las distribuidoras empezasen a erradicar la práctica de cortar la imagen de las películas.

Pan adn Scan
A la izquierda un ejemplo de imagen sin cortar, a la derecha la misma imagen con el Pan and Scan

Para Finalizar

A principios del siglo XXI llegaron la TDT, las emisiones en Alta Definición, la Fibra Óptica, y el no va más de los novamases, las plataformas de streaming y el 4K. Lo reconozco: en su día fui reticente a estas plataformas, pero, de momento, hay dos que parten el pastel: Netflix y HBO. Y todo ello, unido al hecho de que ya se pueden descargar legalmente discos de Amazon (que ha arrasado en España) me hace pensar (y creo que el tiempo me dará la razón) que, tal y como se están extendiendo y mejorando las conexiones de Internet, EL FORMATO FÍSICO DESAPARECERÁ TARDE O TEMPRANO, ya que, estemos donde estemos no tendremos que recurrir a los discos láser (cd, dvd y blu ray) para ver y escuchar lo que nos dé la gana, cómo y cuando nos dé la gana (algo cada vez más común entre los que somos veteranos inmigrantes digitales, pero no tan común en aquellos viejecitos -dicho con afecto- que vivieron esta revolución demasiado tarde). Sacad vuestras propias conclusiones. En versión original.

LA PREHISTORIA DEL AUDIOVISUAL DOMÉSTICO (PARTE 1)

Sí, chicos. Ya está aquí otra vez el abuelo Tommy, contando sus batallitas. Pero hoy me he puesto nostálgico, y eso hay que remediarlo.

Hace poco tiempo apareció una página de Facebook que luego se convirtió en una de las mejores webs para quienes nacimos en la época de la EGB, pero que, por cuestiones legales, no puedo enlazar en este artículo. Y en una de sus publicaciones en Facebook apareció un artilugio que todos los que entonces éramos chavales deseábamos: las minicadenas. Esto me ha hecho recordar nuestro modus operandi cuando se trataba de poner películas y música. Incluso la tele. Por eso, voy a dividir este intento de artículo en Sonido, Televisores y Vídeos. Sí, vídeos. Porque el camino hasta el 4k ha sido largo y duro.

Sonido
Ahora cualquier chaval va por la calle con un smartphone, un iphone, torres de sonido, etc. Los menos, van con un mp3. Pero vayamos por partes.
A principios de los años noventa, los reyes de los salones de la juventud de aquella época (hoy nuestros padres) eran las minicadenas. Los modelos de entonces no se parecían en nada a los actuales. Me explico.
Para empezar, nunca iban con cd ni (¡qué cosas tengo!) con mp3, porque ni tan siquiera había ordenadores en la mayoría de las casas. Iban con varios aparatos ensamblados en un mismo eje. Estos aparatos eran la pletina de casette (¡cuántas canciones habremos grabado de la radio!), el ecualizador (nada de Pop, Rock y Neutro…¡un fader detrás de otro!) y el tocadiscos (¿lo quéeeeee?).

Cassette
Cinta de Casette

Por aquél entonces, la mayoría de la gente ni tan siqiuiera había realizado la transición al digital. Muchos empezamos teniendo en las minicadenas solamente los tres elementos antes mencionados. ¿Querías un lector de cd’s? ¡apoquinabas!.
Los tocadiscos no necesitaban de grandes operaciones de limpieza, pero, como eran de tracción por correa, tenías que desmontar el plato y ponerle una correa especial que tenías que comprar aparte (y si no, ajo y agua). Cambiar la correa era y es (sí, todavía se usan!) una operación más barata que cambiar la cápsula, cosa que en los tocadiscos que venían en las minicadenas NUNCA podías hacer porque las cápsulas iban soldadas al brazo fonocaptor, y te la tenían que cambiar -PREVIO PAGO- en el servicio técnico de la marca.
El audio portátil o representaban los walkman. Eran una especie de pletinas pequeñas de casette con una clavija de minijack y sintonizador de radio, en las que tenías que meter una casette para poder escuchar música pregrabada (recordemos que cada casette podía almacenar solamente hasta una hora de audio). Además, si querías rebobinar una casette tenías una opción adicional si no tenías walkman, minicadena o radiocasette…¡el boli!.

Televisores
Imagináos un subwoofer de Creative Labs y ponerle un triángulo detrás. ¿Os lo imagináis? ¡Pues así eran más o menos los televisores!. Y no, no eran -en aquella época- de formato apaisado como lo son ahora….¡eran cuadrados, con una trasera que nada tenía que envidiar a un tanque!.
Eran televisores que no tenían mando a distancia. ¿Querías encenderlos, cambiar de canal o, simplemente, bajar o subir el volúmen? ¡a levantarse para cambiarlo! ¡y nada de darle al + o al -…¡ibas canal por canal! (¿zapear? ¿esso qué ehhhh?).

Televisor de Tubo
Televisor de Tubo de los años ochenta

Eran televisores nocivos para la vista. Como lo oyes. El tubo de rayos catódicos (el corazón del televisor, corazón que generalmente fabricaba Philips) emitía unas radiaciones nocivas, y si te acercabas demasiado, podías perder visión (que me lo digan a mí).
Tampoco podías escuchar la emisión con auriculares, porque los televisores NUNCA llevaban clavija de jack ni minijack, y si querías información sobre algo, tenías que usar una cosa llamada Teletexto, un servicio de información que se emitía junto con la señal de televisión (¿Smart TV? ¿Esso qué ehhh?).

Vídeo Doméstico
Todos estáis acostumbrados a ver las películas con perfecta calidad mediante discos duros, blu ray o streaming, ¿verdad? Pues solamente es así desde hace diez años.
A principios de los años noventa había un sistema de vídeo -afortunadamente extinto- llamado VHS. ¿En qué consistía? Consistía en una cinta magnética que incorporaba única y exclusivamente la película -¡EN ANALÓGICO!-, algún que otro tráiler y, con muchísima suerte, algún pequeño así se hizo.

CINTA VHS
Cinta VHS

Por supuesto, en los primeros años las películas NUNCA se presentaban en su formato original de cine, sino con la imagen cortada. El sonido era solamente estéreo (en el mejor de los casos), y casi no había películas en versión original. Hay que mencionar, aparte, que, a veces, la cinta magnética se liaba de tal manera que se quedaba inutilizable.
Si querías ver una película que tú habías escogido y no querías comprarla, solamente tenías una opción: ir al videoclub (sí sí, entonces eran tiendas, no eran plataformas de streaming como ahora) y escoger una película. Hay que mencionar, además, que si no devolvías las películas en el plazo estipulado, te multaban (y luego alguno se pregunta porqué están casi desaparecidos).
Por supuesto, a la hora de ver la película no podías escoger el idioma, solamente te venían en una lengua. Y te quedabas «encantado» cuando la película se rallaba, ya que, entonces, veías unas rayas descomunales que te daban por donde yo me se una barbaridad. Y todo ello lo veías con cuatro veces menos calidad que lo que se ve ahora.
Otros sistemas que no triunfaron y que daban veintipicomil vueltas al Vhs en lo referente a calidad eran el Beta y el Laserdisc (con, respectivamente, un 10 y un 150 por ciento más de calidad que el VHS).
Seguiré en la próxima entrada